jueves, 2 de octubre de 2008

El todo bisexual


No es al azar. Hay un todo bisexual. Y es omnipresente. Di con ello, con la idea del todo bi, una madrugada de 2004 en la calle Balmes, haciendo cola para entrar en una de las discotecas más frecuentadas del centro de Barcelona: Arena. Aquella ristra de gente podría haber ganado el premio a la más variopinta de la historia de las ristras de personas esperando a entrar a un local. No había lugar más multiforme: altos, bajos, pelos de mil colores y cortes, ropas de marca y mercadillo... carreras de infinitas proyecciones, ciencias y letras unidas en un solo aullido: déjame ser, en paz. Delante nuestro, una pareja de más o menos cincuenta años se besaba de forma avejentada. Sus besos dejaban babas perfectamente apreciables en la piel del contrario, hilillos que demostraban de qué modo cruel es capaz de castrarnos el tiempo en nuestros cuerpos y pasiones. La mujer, de ojos azul grisáceo, fijó su mirada en mí. No pude escapar a aquello, pero con diecisiete años la idea de que un miembro que forma parte de la unidad del matrimonio y qué pasa los cuarenta se fije en ti de forma libidinosa es algo que ni se te pasa por la cabeza. Si una mujer está con un hombre, a esas edades, es porque a esa mujer le gustan los hombres. No cabe más idea que esa es una mente joven. No cabía en la mía, tampoco, por descontado. Pero la mirada empezó a acribillarme, como si disparase balitas de pistolita durísimas, y cada una se me clavaba en la piel con un mensaje indescifrable que me remitía a mis ancestras. Se fija en ti. Imposible. Por qué te mira. Y yo qué sé. No seas tan tiquismiquis. A lo mejor se distrae. Quizás te equivocas. Quién sabe. Deja de rallarte. No vale la pena. Tu mente va demasiado rápido, estás en época de crecimiento. Basta. La mujer, parca en palabras pero de actitudes rápidas, me tendió la mano. Me acarició la muñeca. Yo no sabía contestar a ese gesto. No tenía medios para hacerlo, no herramientas. Me quedé paralizada, esperando cuál sería el siguiente paso de la historia (en aquella época leía muchos clásicos en los que si no entendías un acontecimiento debías esperar, pacientemente, a que aconteciera el siguiente, que normalmente te daba las claves de toda la trama). El siguiente paso fue acariciarme el antebrazo con dulzura. Estaba claro que eran un matrimonio y que los dos se habían fijado en mí, especialmente ella. En aquel momento, y mientras ya estaba siendo acariciada hasta el cuello ante la atenta mirada de ella y de él, me di cuenta en plan revelación de que todo, como aquella fila, como aquella pareja, como yo, era bisexual. Sin discusión. Y esa es la tesis que lleva mi existencia hasta el día de hoy.

martes, 30 de septiembre de 2008

FORMÁN-DO (ME): lectura del artículo on-line de Alicia Steimberg [Cómo escribir literatura erótica ]


Cómo escribir literatura erótica
(Buenos aires, septiembre de 1993)

A pesar de todo lo que dicen y repiten los manuales de sexología sobre su universalidad e inocuidad, la masturbación es un hecho generalmente mal visto; para una persona a la vez tímida y vanidosa como lo es un argentino, confesar que a veces se masturba sería francamente una vergüenza. Se puede hablar de las relaciones sexuales y hasta de las homosexuales, pero no de la masturbación porque eso equivaldría a confesar que uno es un ser infantil, que no ha madurado del todo y que no tiene agallas para conquistar a una mujer o a un hombre y perpetrar con ellos todas esas actividades que constituyen el intercambio sexual.
El acto de escribir literatura "erótica", es decir una literatura que apela a la sensualidad, la provoca, la excita, es un acto masturbatorio para el que la escribe y para el que la lee, y probablemente es por eso, y no por lo que describe, que le da un poco de vergüenza al autor y al lector. Un poco, claro, no estamos en la Edad Media, aunque a veces parece que lo estuviéramos, a juzgar por las nerviosas preguntas de los periodistas y reporteros a quienes les toca entrevistar a un escritor "erótico", o las del público cuando en las mesas redondas sobre "Literatura erótica", por ejemplo, pone a los panelistas entre la espada y la pared para que definan la diferencia entre "erótico" y "pornográfico", y más aun: entre "erótico", "pornográfico" y "obsceno". En general el público no ha leído los libros de los autores invitados, de manera que esta obsesiva insistencia en la diferenciación entre los términos tal vez obedezca a un miedo instintivo a excitarse en público. Y, al fin y al cabo, ¿Para qué escribirlo? No alcanza ya con hacerlo, quebrando las prohibiciones a las que nos han acostumbrado?




Cualquier ser humano, cuando se masturba, ejerce su capacidad de imaginar: los que miran las fotos de la revista Playboy a la vez que se masturban ejercen una tercera actividad secreta: la de fantasear que están con la muchacha de la foto, con una muchacha de carne y hueso que pueden tocar y penetrar. Las mujeres suelen no ser tan expeditivas y hasta dejan aparecer alguna escena platónica antes de llegar a imaginar la actividad sexual concreta. Las revistas que ofrecen el equivalente de Playboy dedicado a las mujeres, con hombres que muestran sus falos de tamaño realzado por el ángulo de la foto, no son tan populares ni tan eficaces, quizá porque no es mirar el falo lo que excita a una mujer, sino cosas de índole diferente, a veces más sutiles, a las que desea dedicar más tiempo y más espacio. Obsérvese el caso, patéticamente repetido, de la mujer que le suplica al marido que vayan a tomar cierto cóctel a cierta confitería donde se puede bailar al son de música lenta. El marido no tiene ganas, o no tiene tiempo para dedicar a esas tonterías y el descarnado acto sexual realizado con premura en el lecho conyugal, mientras se oyen los gritos de los chicos del otro lado de la puerta no alcanza, ni alcanzará nunca a satisfacer a la mujer. Pero estas cosas no tienen remedio; si el marido llega a aceptar la propuesta de la confitería es posible que se suscite, allí mismo, una discusión desagradable, y que sólo la mujer beba el añorado cóctel mientras el marido, con gesto hosco, apura una tacita de café más amargo que la desesperanza. Entre tanto la mujer, con cada sorbo del cóctel donde impera el gin, sueña tal vez con otro hombre, uno que con sólo tomarle la mano y oprimírsela la haga vibrar entera, y luego sueña con el momento en que se cierra la puerta del ascensor en el hotel de citas y él la abraza, y se besan, y los cuerpos se ponen íntimamente en contacto, y las lenguas inician su delicioso diálogo; el ascensor se detiene y las puertas se abren automáticamente a un corredor alfombrado y desierto, los amantes recorren de la mano la corta distancia hasta la primera puerta de las que dan al corredor, mira si no es maravilloso, cariño: número 18, el mismo número tallado en este inmenso llavero de bronce, sé que estás erecto, mi cielo, sé que estás húmeda, mi vida, apenas deja que me quite la chaqueta y nos arrojaremos al lecho para abrazarnos y besarnos bien, la ropa nos molesta, capullito de alhelí, ¿qué dices? ¿capullito de alhelí? Digo capullito de alhelí, capullitos son tus pezones, mi alma, ¿en qué momento te quitaste los pantalones, ángel mío? Ya tu pierna velluda se restriega contra mi pierna, qué, ¿ya me penetras? ¿No teníamos que...? Calla, calla, ahora no puedo esperar, ay, mi chiquita, ay mi vida, voy a perder la cabeza por tu amor, dice la voz de Julio Iglesias por el parlante escondido entre las tenues luces de neón en la cabecera de la cama. Pero, ¿por qué crees que hablamos esta especie de español caribeño? Para imitarlo a él, a Julio Iglesias, que hoy se lleva el cincuenta por ciento del crédito por cada buen orgasmo. Pero si Julio Iglesias es español. No importa, habla así porque yo quiero que hable así.
Imagínate, cariño, que si ella es escritora puede poner cualquier cosa en el papel, y hasta publicarlo. Y mira que le dijimos que las manecitas no debían tocar ciertas partecitas de su cuerpo. ¿Por qué no debían tocarlas? ¿No eran suyas? Claro que no eran suyas. Hay partes de nuestro cuerpo que no nos pertenecen. ¿Pero se pueden tocar para lavarlas? Para lavarlas, sí, es claro, rápidamente y sin acompañar ese puro acto de higiene con ningún mal pensamiento. Pero yo soy judía, Padre, no sé si la religión judía castiga también los malos pensamientos.
-¿De veras no lo sabes?
-No, Padre.
-¿Pero sabes que nosotros los católicos sabemos que se castigan los malos pensamientos?
-Sí, Padre. Sé que un mal pensamiento es un pecado venial y se limpia torturando la mente con la repetición de una misma oración muchas veces seguidas.
-¿Cómo lo sabes?
-Lo espié en el catecismo de mi compañera de banco en el colegio. Espiar también es un pecado, ¿verdad, Padre?
-No sabría que contestarte, niña, porque lo que espiabas era la Verdad Revelada. Pero en vez de seguir espiando el catecismo debiste venir a nuestros brazos y hacerte bautizar. ¿Por qué no lo hiciste?
-Lo pensé, Padre, lo pensé muchas veces. El agua bautismal borra todos los pecados. Pensé que un día cualquiera podía masturbarme por última vez en mi vida, luego ir a hablar con el cura de la iglesia parroquial, hacerme bautizar y no masturbarme nunca más, y nunca tendría que confesárselo a nadie.
-¿Por qué no lo hiciste?
-Me parecía injusto, Padre. Hubiera sido algo así como aprovecharme de los sacramentos. Y no estaba en absoluto segura de que no iba a masturbarme nunca más.
Y así fue como nunca me hice católica. Ni quise averiguar, por las dudas, si la religión hebrea prohibe la masturbación, si castiga los malos pensamientos. Prefiero no saberlo, porque no me gustaría enterarme de que no los castiga. Sé que los jóvenes rabinos de los grupos más ortodoxos no pueden tocar a las mujeres, excepto a su esposa, ni siquiera para estrecharles la mano.
-Me parece muy bien.
-¿Quién le pidió su opinión?
-¿No está hablando conmigo?
-No, no estoy hablando con usted.
-¿Con quién está hablando?




La dificultad de reproducir la propia historia sexual estriba en que está indisolublemente mezclada con otras cosas y hechos de la vida; si se intenta separarla resulta extraña y a menudo patética. El libro verdaderamente "erótico", pienso, es el que llega al erotismo por caminos imprevistos, incluso para el autor mismo, y sale de él con la misma naturalidad con la que entró. Siempre produce un poco de timidez, como si uno, sin quererlo, estuviese espiando una escena privada por el ojo de la cerradura.

Deep Throat o el tierno despertar


Fui tremendamente precoz. Cuando tenía doce años se me perdieron las zapatillas, así que fui a buscarlas bajo la cama de mis padres. Mis padres no guardaban secretos. Cuando adentré la mano bajo la cama sentí algo de tacto desconocido. Cuando saqué la mano me encontré cara a cara con aquella película. La carátula rezaba Deep throat y aparecía una mujer. Yo nunca habia visto una expresión parecida. Era Linda Lovelace. Con la boca entreabierta y los ojos entornados. Atrévete. Y todo esto será tuyo. Es todo un imperio, tuyo. Esta boca será tuya. Estos labios, tuyos. Tengo todo un cuerpo para ti. Unos pechos grandes de pezones oscuros, para ti. Estas piernas se abrirán al son de ya, acompañando la música de tu cuerpo. En ese momento no caí en mi boca abierta ante la sola primera imagen de aquella mujer poderosa enseñándose sin pudor y por entero ante el objetivo de miles de miradas. No tardé en ir hacia el comedor con cuidado y sin hacer ruido (a pesar de que estaba completamente sola), apenas rozando con los calcetines en el suelo. Inserté el VHS.

PLAY

La música me absorve por completo. Y los títulos de crédito. Los nervios propios de los preadolescentes me recorren por entero, de punta a punta de mí. Se hace la luz y Linda Lovelace llena la pantalla conduciendo un coche por la ciudad. De repente, se quita la ropa. Todo pasa deprisa en mi cerebro. Admiro sus grandes pechos. Nadie sabe lo que son capaces de hacer estas imágenes en un pequeño cuerpo como el mío por aquel entonces. Mis manos empiezan a correr por mi cuerpo, que, de repente, ahora existe. El verbo de mí se hace carne, como leí una vez en no sé dónde, y siento con claridad las formas que hasta el momento habían permanecido invisibles. Pechos diminutos, sexo de juguete. Vuelvo a la raíz de un aullido que retorna. Soy una especie de loba, un animal moribundo. Esto no tiene nada que ver con las dos patas a las que estoy acostumbrada. Siento la imperiosa necesidad de retornar a las cuatro. De sentir el suelo en todas las extremidades, de nuevo. Me fijo en la pantalla. Linda aparece con una clara preocupación en el rostro. Cierro los ojos. Cuando los abro, dos mujeres invaden la pantalla. Yo nunca he visto dos mujere tan desnudas. Una lleva por todo atuendo una melena que le cubre la espalda por completo, belleza cegadora, casi. Sin que lo espere, un sexo de mujer en primer plano. Y siento una contracción enorme en el bajo vientre que me obliga a doblar la espalda, a dejar la entrepierna al descubierto. Una de las mujeres saca un artilugio que me es completamente desconocido. Largo, rosa. Cada una de las puntas es la imitación de un glande. ¿Para qué demonios sirve algo así? Pienso. Otra contracción, tengo miedo. Me da miedo estar fuera de mí. El artilugio empieza a introducirse entre las piernas de la rubia, a la que ahora invade una expresión de horror. No quiere, no le hagas eso, le hace daño. Mi sexo se contrae y siento como los músculos están fuera de sí, no dejan de temblar. Tengo miedo, pero no aparto los ojos de pantalla. Belleza cegadora se introduce también el artilugio dentro de sí, observo detenidamente esa imagen: como algo desaparece para entrar en ella. ¿Pero es que no le duele?¿Realmente eso puede hacerse?Las imágenes empiezan a sucederse de una forma rápida. Primeros planos de los rostros de las chicas lamiéndose los labios y gimiendo, cada vez más fuerte. Se me mete dentro de la cabeza. No puedo más. Siento una contracción tras otra, como al ritmo de un tambor interior. Pum. Pum. Pum. No sé qué me pasa, esto va muy rápido. Rápido. Rápido. Grito sin querer, demasiado fuerte para los vecinos. Las contracciones se suceden y todo mi cuerpo se ensancha. Tengo tanto miedo que estoy a punto de parar. Pero ya no puedo. Todo ha resultado ir demasiado rápido. Mil contracciones por segundo. Mil...y... Ya. Mis piernas me traicionan y todo mi cuerpo cae al suelo, desnudo. Mi mano derecha aparece cubierta de un líquido blanco y espeso. El terror me invade. Me visto. Me limpio. Y...

STOP

lunes, 29 de septiembre de 2008

RÍNDETE, PRINCESA


SMS de C. a L. :


Pq no admits ya lo qsiempr has kerido?Escrib lo qt dla gana,anda.Notands con rodeos.Escríbt.


A partir de ese mensaje empezaste a pensar, en el epicentro perdido. Tienes talento. Lo tienes. No sabes hacer otra cosa más que escribir, aunque quizás los clásicos no sean lo tuyo... y lo clásico tampoco. Escribe sobre sexo. Hazlo, Léa. No sabes hacer otra cosa. Por fin has llegado al apicentro, a ese momento del camino en el que te acontece la bifurcación como cuando una mujer se abre de piernas ante ti, como cuando tú te abres de piernas ante cualquier. Elige. O entras o te quedas fuera. Si no escribes sobre el orgasmo, sobre el sudor, sobre lo líquido del cuerpo no sabrás escribir otra cosa. Lo tuyo no son las descripciones, Léa. Supongo que recuerdas aquella maravillosa tarde en la que solo podías engullir Las edades de Lulú. Acepta el epicentro, y crea. es un don. Escribe, sexúa. Es lo único que has aprendido, lo único que sabes rastrear, como aquel animal que busca aquel otro animal, y no descansa aunque duerma, y no ingiera aunque coma, hasta que da con él. Yo te lo planto en bandeja. Aquí lo tienes. Escribe.


PD: Aquí se anuncia la entrada de Léa en la literatura erótica. No hay más. No puede hacer otra cosa, ya lo habéis visto.

domingo, 28 de septiembre de 2008

MANGA NIGHTS (I)


Sí. Acabo de volver de hacer de las mías. Es increíble como un acontecimiento te lleva a otro sin remedio. Siempre me sorprendió la rapidez con la que acontecen las cosas, una tras otras sin posibilidad de rectificación, al menos no real, al menos no ese hecho concreto. Hace ya tiempo que si me aburro las tardes de los fines de semana me conecto a Internet. Al principio leía el periódico. Más tarde me dediqué a buscar apuntes para la Universidad. Por casualidad, linqueando uno de esos anuncios de publicidad barata que aparecen en momentos inoprtunos cubriendo toda tu pantalla, me descubrí registrándome en un chat de cuyo nombre no debo acordarme (al menos no muy a menudo). Por culpa de ese chat ayer acabé conociendo a Guay42, un personajillo como pocos hay repartidos por el mundo. A mí, la escéptica, un personaje de esos me daba lo mismo, estaba segura de que no lograría ni sorprender ni aportar nada a mi ya de por sí brillante y curtida personalidad. Pero... LA PRÓXIMA VEZ TE LO PIENSAS DOS VECES, QUERIDA LÉA. Sin venir a cuento, y porque tengo alma de felino, me encontré recorriendo la estrechas calles del Raval, vestida con una gabardina que me cubría hasta las rodillas, la melena al viento y unas botas altas. Eso era lo único que llevaba, tal fue mi prisa por salir de la habitación. Guay42 me ofrecía una tórrida tarde de sexo, una oferta tentadora teniendo en cuenta que lo único que se me planteaba era otra aburrídisima tarde de sábado. Sexo o aburrimiento. Esa era la cuestión. Entenderéis que saliese corriendo. Es culpa de la generación a la que perenezco, tenemos una clara tendencia a correr, de aquí para allá, quién sabe para qué. Piqué al timbre de carrer del Carmen 26, 2º2ª. ¿Había apuntado bien la dirección? La sabía de memoria. Era lo último que había memorizado antes de cerrar la puerta de mi casa, ocho calles más arriba y luego dos a la derecha.


EL SEÑOR MANGA (inversión de información corriente)


El chirrido de la puerta y una mano blanquísima me invita a entrar. Me encuentro con El Hombre. "¿Guay42?", sí, el mismo. Pero no sé si muy Guay y... 24. Así es el ciberespacio. [Omito mi nick, en principio, porque sí]. La casa es oscura y está llena de velas encendidas. le ha dado tiempo a ambientar. Guay42 todavía no ha dicho una palabra, y ha sonreido un par de veces, no sé si al aire o a mí. Tiene el pelo rizado, moreno y largo y va vestido con pantalones negros de pitillo y una camiseta de Metallica. Vaya, vaya, vaya. Estamos en la misma habitación la noche y el día. Sus tres ordenadores colocados meticulosamente en la sala de estar (es lo único meticuloso de la casa) me indican que su oficio debe estar relacionado con la informática. Bueno. Bueno. "la noche es joven y tú todavía no me has dicho nada". Silencio por respuesta. Me señala una película encima de la mesa. Voy a por ella. Me mira. Todavía no sabe que no llevo nada debajo del abrigo... Miro la carátula de la peli: Las esclavas de Sirdehon. Sudor frío en la frente, ¡es una película de dibujitos japoneses!

El dvd está a punto. Sacó el cd, lo coloco. Siento unas manos rodeándome el cuello... ¿así que no te gustan los dibujos animados, Léa?

SHOPPING BaRcElOnA


Si hubieses contado a alguien por qué ha sido terrible la noche no te creerían. Planeabas... shopping. Solo hacías que visualizar escaparates. Sí. Siete años de estudios superiores para eso. Pero no se te caen los anillos, Léa. No se te caen por desear las compras, por desear la peluquería. No. Hace poco que has descubierto de qué modo es importante ser consecuente.




TÍPICA CONVERSACIÓN SUPERFICIAL SOBRE LA VIDA, TRES MESES ANTES, LÉA+NOIMPORTANOMBRE




NOIMPORTANOMBRE: ¿Te gustan las compras?¿Es importante para ti comprar? No entiendo a la gente que compra y compra. Que necesita tal o cual marca. Que persiguen unos zapatos. Yo prefiero una tarde acompañado de un buen libro. Uno de esos que te hace soñar. Uno de esos que te hacen inventar y ser otra persona, quizás mejor. ¿Tú qué piensas, Léa?


LÉA (esa frase ha sido tan larga que se ha visto obligada a desconectar): Yo pienso lo mismo. ¿Para qué tanta ropa?¿Para qué?¿Por qué no la muy buena compañía de un muy buen libro? Desde luego, la literatura es lo mío. Y un libro valen más que mil botas. Que mil camisas. Que mil faldas y sujetadores (ays).




Ahora caminas con paso firme. Madrugas por las mañanas de un sábado perdido en el tiempo. Porque sí. Porque es el sueño de toda la semana, de toda la noche. ¿Qué tal una noche en vela por shopping Barcelona?¿Habéis probado alguna vez?Esas botas eran magníficas. A Penélope Cruz le luce la ropa como a nadie, ¿me quedará a mí igual?


Típicos pensamientos profundos de noches de fin de semana.




Déjame que te cuente una historia, la historia de mi vida: shopping Barcelona me hace sentir un poco más profunda. Aunque suene a disparate y a asco. Solo resulta ser placer. Y una debe dormirse y RECONOCERLO. Sí, leo y shopping Barcelona. Y cojo el metro vestida de una forma y luego de otra, con todas las prendas, las nuevas, las viejas, colgando de los brazos en bolsas de plástico, de papel. Parezco un árbol de Navidad anunciamarcas. Con esta misma ropa, la nueva, la que me ha quitado el sueño, iré a la exposición de pintura de Pepito. Más tarde, con estos zapatos, los de la caja de la derecha, iré al recital de música de las diez, en el Palau. Para esto, sí, siete años de estudios superiores, como diría aquella amiga de tiernos comentarios.




"Vicky Cristina Barcelona es una de mis películas preferidas"es la última frase que viene a la cabeza por la noche.
Acabo de descubrir este blog del que he aprendido que un título vale más que mil palabras:
http://devilwearszara.elleblogs.es/ [Sí, el diablo viste de Zara]

viernes, 26 de septiembre de 2008

GENERALMENTE EMPIEZO, SIN SABER DÓNDE VOY A ACABAR


De lado y, en contacto con la piel, una tela desconocidísima. No quieres abrir los ojos, pero el despertar es abrir, abrirlos. No hay más opción que el des-cubrimiento. Y éste es tan inagotable como obsceno. Si abres los ojos verás. Y si ves ya no podrás volver a cerrarlos, hacer como si nunca hubieses visto. El ser humano no está hecho para nada más que para ver.

Abres los ojos.

La cama donde te encuentras pertenece a otra casa. Si te giras, con cuidado, descubrirás a otra persona, de la que provinen los ronquidos que ahora mismo atraviesan tus timpanos de punta a punta. Son ronquidos insorpotables que crecen y crecen y crecen. Y decrecen. Y crecen. No sabes cuánto serás capaz de aguantarlos. Lo que sí sabes es que nunca habías escuchado nada igual. Con sumo cuidado deslizas tu cuerpo como los gatos al pasar por debajo de las camas o las puertas, como plastinizándote. Ahí está. Carita de ángel. Esta vez es guapo. Mucho. Y duerme, como un niño pequeño, con un hilillo de saliva deslizándose por la comisura de los labios. No puedes evitar sentir un asco profundo, repugnancia ante la visión de saliva ajena.

Si miras rápidamente a tu alrededor, los objetos te contarán la historia de tus útimas 8 horas sin necsidad de preguntar. Puedes ir recogiendo pistas. Te levantas desnuda en cama desconodida. Sábanas desconocidas, pero limpias. Hombre desnudo durmiendo a tu lado, también desconocido. Dos condones usados tirados en el suelo, y tu ropa interior desperdigada por el parqué (impoluto).

Dios mío, piensas, esto es igual que cuando escribo. Quiero gritar fuerte, escribo una línea, pienso una simple idea. Luego todo se enreda y cuando me quiero dar cuenta me sorprendo elaborando una historia de personajes extraños que ni he perfilado ni entiendo.

Y me levanto desnuda. En camas ajenas. En historias ajenas.

jueves, 25 de septiembre de 2008

DOÑA NADIE


Carta de Léa a Léa:


Escribo esto porque si no lo escribo se me escapará, y mañana cuando me despierte ya no recordaré ni una sola de las palabras que ahora me rondan. Además, si Cortázar no hubiese decidido aquella noche levantarse para escribir lo que se le pasaba por la cabeza quizás los cronopios y las famas solo habrían sido un terrible sueño. Si Dalí, amado Dalí, no hubiese estado en vela toda aquella noche por culpa de Gala, quizás ahora el "Gran masturbador" no sería más que un onírico momento de vida desechada. Escribo esto porque si no me sentiré vacía y sola, de nuevo, al despertar hacia las 11 de la mañana, con ganas de ni siquiera vomitar y con la pesadumbre propia de la Doña Nadie. No seré menos Doña Nadie al acabar esto, pero esto será mi rastro en el mundo, que es más o menos, con menos o más penas y glorias, la razón por la que nos movemos casi todos y damos pasos por la vida, hacia adelante, hacia atrás, derecha o izquierda.

Me avergüenzo, de vez en cuando, descubriendo formas de ser más o menos famosa. Veo gente famosa y pienso: IMITA. Aunque sé que la imitación no es sinónimo de fama. Tiro la idea a la basura. Léa es una. Una sola. Inimitable. Nadie. Pero Léa. A trozos. Pero Yo. Léa. Ese nombre sí lo aprendí sin rechistar y a tientas.

Léa quería ser escritora. Desde pequeña. Desde pequeña hacían falta tan solo una hoja cruadriculada y unos lápices de colores, y un bolígrafo, y podía crear cualquier historia. Dime dos personaje, mama, dos: un pollito y una jirafa. Eso era suficiente. Qué cuentos aquellos. Todavía los guardo en el altillo, los miro de vez en cuando, los huelo, los toco. Ese momento se parece a lo que imagino que es la fama. La Fama con mayúscula.

PRUEBAS FEACIENTES DE QUE LÉA ES ESCRITORA

1. escribía cuentos desde que tiene uso de razón. Cuentos preciosos en los que un acontecimiento te lleva a otro. Un día publicaré alguno, para que todos puedan emocionarse con aquellas historias.

2. A los quince años, Léa escribía por inercia. Sin saber siquiera lo que era la escritura. Sabiendo tan solo lo que en el colegio te explican. Ni siquiera literatura de verdad. Escribía cada día un folio, como un trabajo que había que cumplir a rajatabla. Como los deberes. Ni siquiera leía, nunca en mi casa había habido ni un solo libro que a una novela se asemejase. Sin embargo, y desde dentro, Léa escribía. Aquello era la única forma de expresar. Era la mejor forma de hacer las cosas aún no contaminada de la vida, y de lo que la literatura era y a lo que se parecía. Aquello tenía la virtud de lo puro. Aunque puro suene cutre. Lo era. Y lo digo sin vergüenza porque sé que eso cualquier puede entenderlo, da lo mismo la conexión que tengas con la escritura, con la lectura, con la literatura o con la palabra creación. Tú puedes entender que lo que escribía era para gritar. Tú puedes hacerlo.

3. A los dieciocho años pense: te gusta escribir, te gusta leer (aunque has leído lo que has podido, pero cómo te gusta abrir todas esas ventanas, Léa), estudia escribir y leer. Filología.

4. Durante seis años se pudo vivir de escribir y leer. Se escribe y se lee más que nunca. Esa sensación es tan fuerte como irreproducible. Es de lo que habla Pizarnik y Virginia. Pero se volvieron locas. Como Léa mientras estudiaba filología. Aquello no era para trabajar, era para vivir. Era más que vivir.

5. Al acabar la carrera Léa es escupida al mundo. Se encuentra en un mundo que escupe y vomita Bestsellers. Todo el mundo tiene cabeza de Follet. ¿Puede Léa vivir en un mundo así?

6. Habrá que reencontrarse. Renovarse o morir. Pienso en... todos los que supieron y saben hacerlo. Cada día. hasta morir.


Debo aprender, de mí misma. Y cuanto sé, y cuanto estoy aprendiendo. Ahora debo reescribirme, evitando decir, por favor, las palabras preñada o parir. Solo quiero escribir algo. Bueno o malo, qué más da en el mundo sin baremo, si ya soy, desde luego, Doña Nadie.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

LA CERVECITA


Mientras intenta dormir estira su brazo para encontrar el brazo del amante. Es tan tierno... y tan desconocido. Pero no importa. Su cuerpo se siente caliente desde allí, casi diría, desde la distancia. Léa provocadora de distancia. Puede tener un cuerpo desnudo a solo cinco centímetros de su cuerpo y helarte ña sangre, y hacer que te veas pálido y sin vida cristalinoreflejado en sus ojos. Cuando nace de ella esa imagen la mayoría intenta autoignorarse, sin dejar de pensar que lo único que están intentando no ver es a ellos mismos. Siguen, no obstante, la tarea del acoplamiento, sin interrupción alguna, aunque dentro de sí se levanten terribles taquicardias vendabálicas.

En las noches de mucha soledad. De verdaderamente mesientosola, Léa tiende a pendonear. Noche sí, noche también. Sombra aquí y sombra allá, maquíllate, maquíllate. Se hace fuerte al ritmo de Mecano. Al poco, de sola a maquilladísima: se encuentra en la calle con ganas de cosas variopintas: bailar, escuchar música horrible, dejarse tocar o tocar a extraños. No importa. Con tal de sentirse viva. Sin embargo, hay una escena que siempre le viene a la mente cuando, a oscuras, siente la mano de un extrañ@ rozar la suya con o sin cautela. Siempre le viene a la mente cuando es@ extrañ@ acerca su cuerpo contra el suyo al son de "Hung Up"... y ella no puede dejar de bailar sin despegarse. Se sabe mala, pero no puede, no puede, no puede. Es, entonces, un poco como Alejandra, o quién sabe quien. En décimas de segundo las manos correrán buscando el calor que las noches de soledad nunca han tenido, y se iniciará la fase en la que una y otra vez escuchará las frases cronológicamente ordenadas de todos los consejos de cada conocido y cada amigo y cada novia, cada novio, cada amante.

ESCENA QUE SIEMPRE VIENE A LA MENTE DE LÉA, Y LO QUE PIENSA LÉA ENTONCES: LA CERVECITA

Léa y la cervecita antes de que venga un amigo. La espera con la cervecita.

Cervecita: ser inanimado. Según la RAE "bebida alcohólica hecha con granos germinados de cebada u otros cereales fermentados en agua, y aromatizada con lúpulo, boj, casia, etc.". Engloba también al recipiente que la contiene. Acaba por ser una jarra, una copa o un vaso relleno de cerveza. Cervecita es mi cerveza, normalmente. El camarero trae la cervecita, para amenizar la espera de Luís. Luís no viene. Léa piensa. Y, al rato, Cervecita dice:

¿Estás segura de que te encuentras bien levantándote en las camas de extrañ@s? ¿Estás segura de que es lo que quieres?

Léa: joder. Las cervezas no hablan, ¿no?

Cervecita: no creas todo lo que dicen. Contesta a la pregunta.

Léa: cállate, ¿acaso una debe contestar a todas las preguntas que le hacen? No pienso justificarme ante un ser inanimado.

Pero cervecita ya había formulado la pregunta y esta se había enganchado al corazón de Léa tan fuerte que cada vez que follaba por ahí, cada vez que su nariz registraba el olor de un amante distinto o cada vez que el orgasmo llegaba, como por arte de magia, el corazón se encogía tanto que se le cortaba la respiración y hacía daño, un daño increíble. Señal de que nunca debes confiar en los extraños, y nunca debes creer más que lo que ven tus propios ojos.

DR. SABELOTODO



Hay momentos en los que a una le apetece correr, y escuchas en todos los rincones: corre, corre sin parar y con fuerza. Te va la vida. Oigo a menudo estas palabras en mí, retumbando, comiéndome desde dentro con un eco estremecedor. Y quién no se siente así, alguna vez. Léa piensa que nadie más que ella. Léa es quien se siente así, nadie en el universo podría hacer la competencia a tanta tristeza. Lo triste abarca desde la mañana hasta la noche, sin compasión y se adueña de sus objetos queridos y de sus seres queridos hasta no dejar más que sombras de las que no sabe apreciar casi nada. Además, la miopía la hace débil ante el mundo no dejándola ver más allá de bordes y colores confusos. No sabría distinguir a un gato de un perro a más de tres metros de distancia ya que para ella solo serían dos manchas de determinado color cruzando el mundo en sus narices. Considera muy grave el hecho de tener que levantarse y estirar el brazo para palpar sus terribles gafas, que en otra época habría sido monóculo, y más pasado quién sabe si hubiesetenidosiquierael"privilegio"dever. Privilegio que se calza cada estúpida mañana estirando el brazo y cogiendo esas gafitas que compró. Yves Saint-Laurent. Montura pasta negra, estilo intelectual universitario. Un día escuchó una conversación ajena mientras desayunaba en la que decían que las gafas eran elemento crucialindispensable de la personalidad de una misma. Ajá, pensó. Y se quitó las gafas para observarlas. Puaj. Montura de metal, oferta de óptica barata. Cristales gruesos y rallados. Un poco sucias, para qué ocultarlo. Un defecto más encima de tantos. Puaj, pensó, y luego... otra vez ajá. Con esas gafas su personalidad se veía mermada así que... Bueno. Aquella conversación matutina fue el motivo de que cada mañana palpase y palpase la palma por encima de la silla de despacho con ruedas que le hacía las veces de mesilla de noche improvisada unas gafas que corregían 6 dioptrías y media en cada ojo, de miopía. La miopía es un defecto de la retina im.pre.sio.nan.te. Descubrió que la sufría a la tierna edad de siete años y no pudo cerrar la boca mientras el médico les explicaba a su madre y a ella, con palabras salidas de enciclopedia de medicina, qué era lo que le pasaba a sus pequeños ojos. ¿Quería decir que no veía claro el mundo? Ya le parecía. Todo, entonces, tenía más forma y color de lo percibido hasta el momento. Ufff. Qué descanso. Había cosas que ni siquiera tenían fuerza. Ahora todo volvía a tener remedio y dejaría de hablar con su gato por las noches a medio centímetro de distancia de sus bigotes (aquella era la única forma de poder ver claramente el verde de sus ojos, y de distinguir no solo verde, sino distintos tonos de verde superpuesto).


LÉA EN LA CONSULTA DEL DOCTOR


Léa con la boca abierta.


Doctor: la palabra clave es errorderefración (refracción), ¿no? Esto quieres decir (junta
los dedos de las manos). La córnea de su hija tiene demasiada curvatura, por ello, la luz no entra en el ojo y hace que no se enfoque correctamente, ¿no? Todas las imágenes, es decir, ¿no? se enfocan delante de la retina en vez de en la retina, ¿no? ¿Entiende?¡delante! Así se ve borroso. No puede ser de otra manera, ¿no? Por eso su hija ve borroso, muy borroso, vamos, ¿no?¿entiende? Espero que todo haya quedado claro, si tiene alguna pregunta... ahora es el momento. Tendrá que llevar gafas para corregir la miopía, dejará así de ver borroso, con la corrección de las gafas.


Léa: no puede dejar de abrir la boca. Ahora su boca tiene el tamaño de un buzó
n de correos. Madre mía. Y su madre no parece sorprendida. Madre... mía. Este es el tierno recuerdo que Léa guarda de aquel terrible médico sabelotodo. Tipo marioneta. Sí. Desde luego, aquello no podía ser una persona...