sábado, 19 de marzo de 2016

Un día tengo frío y el otro calor (I): Los treintacasitrés

Hace mil años que escribiste todas las entradas de este blog. Por aquel entonces aún te hacías llamar como reza el título, Léa. Y vivías menos intensamente de lo que pensabas cada minuto. Pero eras terriblemente arrogante, como todos los jóvenes que cada día descubren una parte de sí mismos que creían perdida. Pero es que esa parte ni siquieras existía hasta ese momento... Ahora quieres volver, ¡distinta! Ahora quieres volver. Es el eterno retorno de Nietzsche. Es que un día tienes mucho frío y al otro calor. Y entonces cómo te aclaras. Ya has sido tantas personas. Que ahora quieres probar un poco a ser tú. Has sido la persona de. La persona que quiere ser esto o aquello. La que tiene un proyecto muy chulo. La joven que vive una crisis. La mujer que ama a otra mujer. La despechada. La que pone los cuernos. La que liga con cualquiera y la más selectiva de las zorras astutas. Has sido demasiado tú. Pero es tu estar en el mundo. Es la juventud. Y ahora, esa juventud es hasta ahora mismo. Hasta los treintacasitrés. Aprovecha el tirón. Escribe sobre lo que te gusta y no te avergüences. Teclea y observa aparecer las letras y palabras en la pantalla como disfrutarías seduciendo a una persona, lamiendo un cuerpo, metiendo tu lengua en boca ajena. Y cerrando los ojos. Olvidando el mundo que te ha tocado vivir. ¿Qué por qué me gusta follar? Porque me olvido. Porque es muy simple el deseo. Porque el deseo me aleja de la perversidad humana.